Unos
minutos antes en este mismo litoral, cuando estaba ascendiendo desde
el agua profunda y ajustando las correas de su ancha aleta, como de
sirena, Naian sintió esa intensa emoción; una euforia desbordante,
un supremo éxtasis por todo su cuerpo. Había llegado la ansiada
pero también temida hora segunda de
tan importante
día de enero de 2020.
«¿Y
si después de tantos
años se ha debilitado nuestra cofradía
y nadie queda
para continuar el rito?»
–empezó
a pensar al
no tener la certeza de que una
semejante suya
estuviera ya
en el agua esperando
ser localizada–
«podría
ocurrir
que yo sea la última hermana sirena...».
Dudó por
última vez, estremecida,
en cuanto
estuvo por
fin flotando
en la superficie
del agua y tomando
una profunda
bocanada de aire. Con
87 años de edad Naian
necesitó
viajar
hasta Serres
(el
lugar llamado por
Heródoto Siris)
y
de ahí
a Anfípolis, acceso secreto
al mar Jónico
(el que
desesperadamente buscó
Ulises),
para poder estar
de vuelta en estas
mágicas aguas griegas.
§
Ahora
que Naian
está otra
vez totalmente dentro
del agua vuelve
a apuntar la linterna
que porta en
su frente hacia
su pulsera para comprobar que ya
marcó las 02 hrs.,
y también
para contemplar una vez más, siquiera por un segundo, la
largamente esperada fecha: 16/1/20. Inicia su rastreo por el agua
circundante, avanzando y escudriñando en todo derredor. Al cabo de
casi un minuto, a punto de salir a tomar aire, detecta hacia la
superficie una presencia femenina. Nada hacia arriba y en cuanto logra
asomar la cabeza fuera del agua grita, jadeante: «¡aló,
hola!, ¡aló,
hola!».
La respuesta es
inmediata
«¡Aló,
hola!»
El
momento
culmina
en un
intenso abrazo. Ambas
mujeres hablan
palabras felices sin
soltarse. Llorando
de alegría, mientras desata
la aleta de
sus piernas, Naian
detalla
su filiación: «provengo
del linaje Aedi. Soy
Sarah
Naian Rolf-Aedi.
Siempre viví en Italia, hasta
hace unas décadas; radico en
Mallorca...»
«¡Rolf-Aedi,
mirá!»
[interrumpe
impaciente] «Una
de ustedes estuvo
en casa
hace unos
años, bien recuerdo.
Yo soy Anina, de la familia
Elbisani; Sarah
Anina
Elbisani-Rolf.
Mis
padres se mudaron a la Argentina en
1947,
cuando yo tenía cinco años;
crecí en Córdoba»
Anina
toma embelesada la aleta que
entrega
Naian, quien
suspira hondo y dice:
«la
hice con caucho; las correas tienen
goma para resistir mejor; la he
probado ya.
Átela
bien a sus piernas, querida
hermana. Que
le
sea siempre de
buena utilidad»
«¡No
habría podido imaginarla tan hermosa!
[responde
mientras se ciñe la aleta]
Me sentiré honrada de usarla
cada vez
que pueda en
lo que me queda de vida»
Un
silencio solemne
se dilata por varios minutos.
Tanto Anina como Naian, mientras
flotan, examinan
el rostro de su compañera, le acarician el cabello; se miran
sonrientes y
emocionadas a luz de
la linterna.
Anina desabrocha
una bolsa impermeable de
su chaleco, la
ofrece a Naian, y
habla con voz
dulce y
ceremoniosa
«He
adido1
con regocijo la herencia que generosamente has
hecho y traído a mí siguiendo la costumbre de
nuestras antepasadas. Según esa misma
tradición es que ahora entrego
nuestros venerados símbolos para que los
hagás llegar a otra sirena, otra Sarah de
nuestra italiana estirpe a quien, en un luminoso
futuro, vos identificarás
e iniciarás en nuestra noble cofradía.
Yo, en este mismo lugar, le encontraré
y entregaré mi sororal
prenda. Y entonces, al
reiniciar el ciclo, podré volver a ver
este, nuestro tesoro»
Naian
toma la bolsa
y la abrocha a su chaleco con
reverencia; contiene
las joyas más valiosas para
ella
entre
todas las del mundo,
dispuestas en dos
estuches. En cada uno,
de una cuarta por lado, hay cinco
hileras y cinco columnas de nichos
cuadrados, ocupados por
piezas
de plata grabadas con los
palíndromos bidimensionales
que durante siglos ha forjado
la sororidad sirena. Unas
piezas se repiten dos veces,
otras
cuatro, pero
la pieza del centro es
única.
Naian
extrae e ilumina con
arrobada contemplación el
primer estuche
y sus veinticinco
joyas cuidadosamente
acomodadas. Acaricia
con devoción
una de las cuatro idénticas
que ocupan hilera central y columna media (o viceversa),
luego
mira a
Anina,
quien recita
despacio la
primera frase ahí grabada
«Sarah,
átela»
«“aleta
harás”»
Anina
refiere, tan pronto termina
de recitar
su hermana sirena mayor la
frase final del
cuadrado, los datos que
de hecho están
grabados en el reverso de la
pieza de plata y
conmemoran
un
encuentro ocurrido a las 07
hrs. de un día como
este pero del
año 70, siglo dieciocho;
las edades grabadas
son 98 y 89. Mientras
comparten el espectáculo
que es para
ellas mirar una
de las piezas cruciales en la
constitución de su íntima
cultura, las
dos sirenas experimentan
esa secreta
e incomparable
comunión
que esperaron durante
años y que solo
dieciséis veces
a lo largo de más
de tres siglos han
permitido las combinaciones numéricas;
un ritual semejante
a aquel en el que las
fundadoras,
de 61 y 16
años a
las 16 hrs. del dieciséis de enero de 1661, intercambiaron una aleta
(de
madera, entonces)
y
una joya grabada en plata.
Naian retira
con cuidado precisamente
la
pieza
que data
de ese
encuentro primigenio,
situada en
el centro mismo del
primer estuche. Extiende el
brazo y
muestra
un lado a
su cofrade mientras ella
mira el otro
«A
todas, hermana,
nos
cautiva
esta extraordinaria
pieza, única
por
el hecho de tener, en
lugar de los
datos
del
encuentro que
la gestó,
otro cuadro
mágico
grabado
en el
reverso,
evocando
una paridad
entre
dos
idiomas;
el
latín
y el
español»
Anina
responde entusiasmada: «es
cautivadora,
sí,
y
desconocido en general aún hoy la
mitad de
su
contenido2.
Yo –seguramente
al igual que usted–
estudié minuciosamente
nuestra
pieza
originaria
y entiendo
ahora
que la entidad “Odara Dador” no
es sino una
deidad exótica
que
se adoptó para
cuadrar, tal
como antes
ocurrió
con “Sator Arepo”...».
El
rostro de Naian
denota
embelesamiento
mientras
escucha hablar a su joven sirena hermana. Súbitamente
saca
su brazo del agua, ilumina
su pulsera
y
un
destello
de tristeza
descompone
su expresión
«Nuestra
tradición dicta que el
encuentro no ha de extenderse más allá de la hora que
el año señala,
en nuestro caso las
dos de la madrugada.
Es, sin
duda, una medida
necesaria para
nuestra
sororidad. Aunque
siento fuerza y ánimo para dilatar la
magia de este
encuentro mucho
más allá de las 03 hrs.,
elijo no herir
nuestra tradición.
Propón, hermana,
otra joya
para compartir
antes de tu
contribución a
nuestra sin
igual riqueza.
Después,
nuestra definitiva separación»
Anina
asiente con la
cabeza, mientras
su cofrade devuelve
con
delicadeza la
pieza al primer estuche y
lo guarda. La
hermana sirena mayor extrae
y
abre el
segundo estuche, en
el
cual hay
aún
nichos
vacíos.
Anina
retira
la pieza del centro y
recita
en latín: «Siren,
itale radar elati neris».
Naian
susurra entonces, paladeando
las palabras con
los
ojos cerrados y una
muy
amplia
sonrisa
«...radar
italiano que, eufórico,
flota»
La
joven sirena hermana comenta,
con
el rostro
igual
de radiante, mientras
vuelve a acomodar la pieza:
«esta
inmortal
creación es
el aporte de la
más joven –y quizá más talentosa– cofrade que nuestra
sororidad ha conocido. A
las
20 hrs. (dieciséis
de enero,
1802),
con
apenas 4 años de edad, a
una
hermana sirena mayor de 40
años hizo
entrega de
su legado...
[diciendo
esto mete
la mano a su chaleco, se
despide]
Ha
sido un honor encontrarme con usted».
Saca
una pequeña talega que
entrega a Naian, quien extrae de ahí dos piezas de plata idénticas.
Lee
en
voz
baja
y
muy lentamente el
palíndromo grabado en
ellas. Varios
segundos después voltea
hacia
mar adentro y
habla
despacio, conmovida
«¡Oaaao!;
las
diagonales también
pueden contener
significado. En
efecto, has
conseguido amasar en
tu composición
oriente con
occidente,
lo antiguo, lo presente, la ciudad lejana
y la próxima;
Osama el feroz
junto
a Salim el nunca
vulnerado; el
grito guerrero frente
a la costa italiana.
Y transversal
a todo,
Aiaia,
el mítico
hogar de nuestra
madre Circe, la
casi vencedora
de Ulises.
Lo contemplo
y es como
si lo soñara: “Amaso:
Milas Alala, Salim Osama”. Me honra saber mi edad perpetuada
junto a la tuya al
reverso de este
monumento [mira
callada las joyas un par de minutos].
He sido feliz,
como nunca, contigo
en este maravilloso encuentro. A
partir de ahora
mi deber
será hallar
a quien habrá
de prepararse
para ser, en
edad,
fecha y
hora ya
calculadas desde hace mucho, tu
joven sirena hermana.
Ella conducirá
aquí nuestro
tesoro como lo
hice con
mi hermana sirena mayor hace
veinte años, como lo has hecho
hoy. Y tú habrás
de entregar
esa
aleta que, sin
duda, fabricarás
mejor que cualquier
otra, para
gloria de nuestra
sororidad. Hasta
entonces con nadie compartirás
este
secreto. Hasta
siempre,
Anina»
Coloca en equinas opuestas (columnas e hileras extremas) las dos piezas y mira esperanzada los seis nichos que quedan aún sin ocupar. Cierra el estuche y lo guarda. Está a punto de empezar la tercera hora de la madrugada. Se abrazan antes de separarse irremediablemente.
§
Para
poder estar
de vuelta en estas
mágicas
aguas griegas,
acceso secreto al
mar que desesperadamente
buscó Ulises (el
jónico),
con 80 años de edad Anina
necesitará viajar
hasta el
lugar llamado por
Heródoto Siris
(Serres) y
de ahí
a Anfípolis. En cuanto
esté por fin
flotando en
la superficie del
agua y
tomando una profunda
bocanada de aire,
estremecida,
dudará
por última vez.
«Podría
ocurrir que yo sea la última
hermana sirena...»
–empezará
a pensar al
no tener la certeza
de que
una semejante
suya esté ya
en el agua esperando
ser localizada–
«¿y
si después de tantos
años se ha debilitado nuestra cofradía
y nadie queda
para continuar el rito?».
Habrá llegado la
ansiada pero también temida hora vigesimosegunda de
tan importante
día de enero de 2022.
Un supremo éxtasis por todo su cuerpo, una euforia desbordante;
Anina sentirá esa intensa
emoción, como de sirena, cuando esté descendiendo hacia el agua
profunda y ajustando las correas de su ancha aleta, unos años
después en este mismo litoral.
1Pasado
participio del verbo adir;
aceptar la herencia tácita o expresamente (n. del t.)
2Este
palíndromo bidimensional ya fue dado a conocer; el año pasado
apareció –junto con otros más– en un relato. Posteriormente se
publicó también en un ensayo sobre cuadrados mágicos y su
elaboración, el cual puede consultarse en xisten.net/ten (n.
del t.)
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